sábado, 24 de septiembre de 2011

HUMILDAD




Humildad: La virtud moral por la que el hombre reconoce que de si mismo solo tiene la nada y el pecado.


 Todo es un don de Dios de quien todos dependemos y a quien se debe toda la gloria.


 El hombre humilde no aspira a la grandeza personal que el mundo admira porque ha descubierto que ser hijo de Dios es un valor muy superior.

Va tras otros tesoros. No está en competencia.


 Se ve a sí mismo y al prójimo ante Dios. 


Es así libre para estimar y dedicarse al amor y al servicio sin desviarse en juicios que no le pertenecen.

"La humildad es la verdad" -Santa Teresa de Ávila."

El humilde ve las cosas como son, lo bueno como bueno, lo malo como malo. 


En la medida en que un hombre es más humilde crece una visión más correcta de la realidad.


"El grado mas perfecto de humildad es complacerse en los menosprecios y humillaciones.


 Vale mas delante de Dios un menosprecio sufrido pacientemente por su amor, que mil ayunos y mil disciplinas."



                                            (-San Francisco de Sales,)

                                              ¡Dios les bendiga! 
    

sábado, 17 de septiembre de 2011

ELEVACIÓN A LA TRINIDAD.


                                                                                                                                     
Oh Dios mío, Trinidad a quien adoro, ayúdame a olvidarme totalmente de mí para establecerme en Ti, inmóvil y tranquila, como si ya mi alma estuviera en la eternidad. Que nada pueda turbar mi paz, ni hacerme salir de Ti, oh mi inmutable, sino que cada minuto me sumerja más en la hondura de tu Misterio.


Pacifica mi alma, haz de ella tu cielo, tu morada de amor y el lugar de tu descanso. Que en ella nunca te deje solo, sino que esté ahí con todo mi ser, todo despierto en fe, todo adorante, totalmente entregado a tu acción creadora.


Oh mi Cristo amado, crucificado por amor, quisiera ser, en mi alma, una esposa para tu Corazón, quisiera cubrirte de gloria, quisiera amarte..., hasta morir de amor. Pero siento mi impotencia: te pido ser revestido de Ti mismo, identificar mi alma con cada movimiento de la Tuya, sumergirme en Ti, ser invadido por Ti, ser sustituido por Ti, para que mi vida no sea sino irradiación de tu Vida. Ven a mí como Adorador, como Reparador y como Salvador.


Oh Verbo eterno, Palabra de mi Dios, quiero pasar mi vida escuchándote, quiero volverme totalmente dócil, para aprenderlo todo de Ti. Y luego, a través de todas las noches, de todos los vacíos, de todas mis impotencias, quiero fijar siempre la mirada en Ti y morar en tu inmensa luz.
Oh Astro mío querido, fascíname, para que ya no pueda salir de tu esplendor.


Oh Fuego abrazador, Espíritu de amor, desciende sobre mí, para que en mi alma se realice como una encarnación del Verbo: que yo sea para Él como una prolongación de su Humanidad Sacratísima en la que renueve todo su Misterio.


Y Tú, oh Padre, inclínate sobre esta pobre criatura tuya, cúbrela con tu sombra, no veas en ella sino a tu Hijo Predilecto en quien tienes todas tus complacencias.


Oh mis Tres, mi Todo, mi Bienaventuranza, Soledad infinita, Inmensidad en que me pierdo, me entrego a Vos como una presa. Sumergíos en mí para que yo me sumerja en Vos, hasta que vaya a contemplar en vuestra luz el abismo de vuestras grandezas”

(Beata  Isabel de la Trinidad)
                                                                          
¡ DIOS  LES  BENDIGA !

sábado, 10 de septiembre de 2011

IMITAR A LA VIRGEN MARIA.


Me parece, ante todo y sobre todo, que lo que enamoró a Dios de la Virgen fue su profundísima humildad.

 Siendo como era la criatura más santa, más pura, más trasparente en ningún momento se creyó mejor que nadie ni digna de un trato especial. Ella vivía convencida de que, ante Dios, no era nada.

 Esto la hizo buscar el silencio, el recogimiento, el no aparecer ante los demás. La Virgen María vivió oculta. Su profunda humildad, además, la hizo aceptar con total sumisión la voluntad de Dios en su vida. Como Ella misma dijo, no ser sino "la esclava del Señor", deseosa de conocer la voluntad divina para poder decir desde lo más profundo de su corazón:

 "Hágase en mi según tu palabra".


 Ella no discutía con Dios, no se oponía a sus planes, no se revelaba ante sus disposiciones. Aunque no comprendiera todo lo que estaba ocurriendo ( San Lucas en el capítulo 2) de su Evangelio cuando Jesús se pierde en el templo) 


Ella vivía abandonada en las manos de Dios, como una niña pequeña se deja guiar por las manos de su Padre sin temor alguno, aunque no sepa por dónde la guían. Todo esto nacía del amor tan intenso que Ella sentía hacia Dios.
 No ha habido (ni habrá) criatura alguna que haya amado a Dios más que la Virgen.

Todos sus pensamientos, obras y actos, aún los más pequeños e insignificantes (como podían ser las tareas domésticas de la casita de Nazaret) eran ofrecidas a Dios con un amor sincero y profundo, que nacía de lo más íntimo de su ser.

Cuando Dios la convirtió en su Madre, por medio de la Encarnación del Verbo Eterno, María vivió única y exclusivamente para Jesús. Primero, porque como madre tenía que atender, lógicamente, a su Hijo.


Segundo, porque aquel niño era el mismísimo Hijo de Dios. Se puede decir que María es la criatura hecha por y para Jesús. Todo en Ella se vuelca en Jesús. Por eso, cuando quiso hablar (lo poquito que nos han dejado los Evangelios) tan solo quiso decir


"Haced lo que Él diga".


 Esa es toda su ilusión, su meta, su fin: haced lo que Jesús nos dijo. Si queremos agradarla a Ella no tenemos más remedio que hacer todo lo que Jesús nos dijo: llevar una vida de oración, vivir su Palabra, acercarnos a los sacramentos, cumplir sus mandamientos... 

¡Oh María, Madre mía, haz que sea semejante a Ti; que tu corazón viva en el mío, que tu alma se refleje en la mía.



                      ¡ Dios y la Virgen les bendigan !                                      

domingo, 4 de septiembre de 2011

TE AMO, OH MI DIOS.

Caritas Christi




Te amo, Oh mi Dios.
Mi único deseo es amarte
Hasta el último suspiro de mi vida.
Te amo, Oh infinitamente amoroso Dios,
Y prefiero morir amándote que vivir un instante sin Ti.
Te amo, oh mi Dios, y mi único temor es ir al infierno,
Porque ahí nunca tendría la dulce consolación de tu amor. 
Oh mi Dios,
Si mi lengua no puede decir
Cada instante que te amo,
Por lo menos quiero
Que mi corazón lo repita cada vez que respiro.
Ah, dame la gracia de sufrir mientras que te amo,
Y de amarte mientras que sufro.
Y el día que me muera
No solo amarte pero sentir que te amo.
Te suplico que mientras más cerca estés de mi hora
Final ,aumentes y perfecciones mi amor por Ti
Amén.

 (Oración de San Juan María Vianney)

¡Dios  les  bendiga !
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