Con la expresión comunión de los santos afirmamos la existencia de una unión íntima y sobrenatural entre todos los que somos miembros del Pueblo de Dios. De esta comunión participamos todos los creyentes desde el momento en que por el Bautismo fuimos incorporados a la Iglesia. En efecto, al nacer del agua y del Espíritu llegamos a formar parte de un mismo Cuerpo. Siendo por tanto miembros los unos de los otros. Esta es, pues, la enseñanza de siempre: que «todos los que son de Cristo, que tienen su Espíritu, forman una misma Iglesia y están unidos entre sí en Él, por tanto, «la vida de cada uno de los hijos de Dios está ligada de una manera admirable, en Cristo y por Cristo, con la vida de todos los otros hermanos cristianos, en la unidad sobrenatural del Cuerpo místico de Cristo, como en una persona mística. La Iglesia es la comunión de todo el santo. En ella «entramos en comunión viva con todos los creyentes». Es la realidad que también expresó el Señor Jesús con la parábola de la vid y los sarmientos. Por esta comunión «existe entre los fieles -tanto entre quienes ya son bienaventurados como entre los que expían en el purgatorio o los que peregrinan todavía en la tierra- un constante vínculo de amor y un abundante intercambio de todo. Dice el Catecismo de la Iglesia Católica, citando L.G. #49: "Como todos los creyentes formamos un solo cuerpo, es decir, (los del cielo y los de la tierra), el bien de los unos se comunica a los otros... es, pues, necesario creer que existe una comunión de bienes en la Iglesia. Pero el miembro más importante es Cristo, ya que Él es la cabeza... Así, el bien de Cristo es comunicado a todos los miembros, y esta comunicación se hace por los sacramentos de la Iglesia. ¡DIOS LES BENDIGA! |
domingo, 30 de octubre de 2011
LA IGLESIA; COMUNIÓN DE LOS SANTOS
domingo, 23 de octubre de 2011
LOS SIETE DONES.
domingo, 16 de octubre de 2011
VOLVERÉ Y OS LLEVARE CONMIGO
domingo, 9 de octubre de 2011
REFLEXIONES DE JUAN XXIII
A eso de caer y volver a levantarte De fracasar y volver a comenzar De seguir un camino y tener que torcerlo De encontrar el dolor y tener que afrontarlo A eso, no le llames adversidad, llámale entrenamiento que te llevará a la sabiduría. A eso de fijarte una meta y tener que seguir otra De huir de una prueba y tener que encararla De planear un vuelo y tener que recortarlo De aspirar y no poder, de querer y no saber, de avanzar y no llegar A eso, no le llames castigo, llámale enseñanza. A eso de pasar días juntos Días felices y días tristes Días de soledad y días de compañía A eso, no le llames rutina, llámale acumular experiencia. A eso de que tus ojos miren Y tus oídos oigan Y tu cerebro funcione Y tus manos trabajen Y tu alma irradie Y tu sensibilidad sienta Y tu corazón ame A eso, no le llames poder humano, llámale milagro divino y agradece haberlos recibido. ( Juan XXIII ) ¡ DIOS LES BENDIGA ! |
sábado, 1 de octubre de 2011
VIVO SIN VIVIR EN MI.
Vivo sin vivir en mí y de tal manera espero que muero porque no muero. I En mí yo no vivo ya y sin Dios vivir no puedo pues sin él y sin mí quedo éste vivir ¿qué será? Mil muertes se me hará pues mi misma vida espero muriendo porque no muero. II Esta vida que yo vivo es privación de vivir y así es continuo morir hasta que viva contigo. Oye, mi Dios, lo que digo: que esta vida no la quiero que muero porque no muero. III Estando ausente de ti ¿qué vida puedo tener sino muerte padecer la mayor que nunca vi? Lástima tengo de mí pues de suerte persevero que muero porque no muero. IV El pez que del agua sale aun de alivio no carece que en la muerte que padece al fin la muerte le vale. ¿Qué muerte habrá que se iguale a mi vivir lastimero pues si más vivo más muero? V Cuando me pienso aliviar de verte en el Sacramento háceme más sentimiento el no te poder gozar todo es para más penar por no verte como quiero y muero porque no muero. VI Y si me gozo, Señor, con esperanza de verte en ver que puedo perderte se me dobla mi dolor; viviendo en tanto pavor y esperando como espero, muérome porque no muero. VII Sácame de aquesta muerte mi Dios, y dame la vida; no me tengas impedida en este lazo tan fuerte; mira que peno por verte, y mi mal es tan entero que muero porque no muero. VIII Lloraré mi muerte ya y lamentaré mi vida en tanto que detenida por mis pecados está. ¡Oh mi Dios!, ¿cuándo será cuando yo diga de vero vivo ya porque no muero? (San Juan de la Cruz) ¡Dios les bendiga! |
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