La vida de Santo Domingo era tan virtuosa y el fervor de su espíritu tan
grande, que todos veían en él un instrumento elegido para la gloria divina.
Estaba dotado de una firme ecuanimidad de espíritu, ecuanimidad que sólo
lograban perturbar los sentimientos de compasión o de misericordia; y, como es
norma constante que un corazón alegre se refleja en la faz, su porte exterior,
siempre gozoso y afable, revelaba la placidez y armonía de su espíritu.
En todas partes, se mostraba, de palabra y de obra, como hombre evangélico. De
día, con sus hermanos y compañeros, nadie más comunicativo y alegre que él. De
noche, nadie más constante que él en vigilias y oraciones de todo género.
Raramente hablaba, a no ser con Dios, en la oración, o de Dios, y esto mismo
aconsejaba a sus hermanos.
Con frecuencia, pedía a Dios una cosa: que le concediera una auténtica caridad,
que le hiciera preocuparse de un modo efectivo en la salvación de los hombres,
consciente de que la primera condición para ser verdaderamente miembro de
Cristo era darse totalmente y con todas sus energías a ganar almas para Cristo,
del mismo modo que el Señor Jesús, salvador de todos, ofreció toda su persona
por nuestra salvación. Con este fin, instituyó la Orden de Predicadores,
realizando así un proyecto sobre el que había reflexionado profundamente desde
hacía ya tiempo.
Con frecuencia, exhortaba, de palabra o por carta, a los hermanos de la
mencionada Orden, a que estudiaran constantemente el nuevo y el antiguo
Testamento. Llevaba siempre consigo el evangelio de san Mateo y las cartas de san Pablo, y las estudiaba intensamente, de tal modo que casi las sabía de
memoria.
Dos o tres veces fue elegido obispo, pero siempre rehusó, prefiriendo vivir en
la pobreza, junto con sus hermanos, que poseer un obispado. Hasta el fin de su
vida, conservó intacta la gloria de la virginidad. Deseaba ser flagelado,
despedazado y morir por la fe cristiana. De él afirmó el papa Gregorio noveno:
«Conocí a un hombre tan fiel seguidor de las normas apostólicas, que no dudo
que en el cielo ha sido asociado a la gloria de los mismos apóstoles».
Oración
Te pedimos, Señor, que santo Domingo de Guzmán, insigne predicador de tu
palabra, ayude a tu Iglesia con sus enseñanzas y sus méritos, e interceda
también con bondad por nosotros. Por nuestro Señor
Jesucristo.
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